Ilustración de una antigua celebración de Yule, como se ve en el periódico
alemán Die Gartenlaube en 1880.
“En lenguaje astronómico, el solsticio de invierno es el día
en que el sol toca el punto más bajo de la elíptica, casi como si se alejara y
se hundiera en la noche. En la época de las grandes glaciaciones, la humanidad
blanca que quedaba en el continente europeo celebraba en este día la muerte y
resurrección del sol. Al amanecer, después de la noche más larga del año,
fuegos en forma de rueda recibieron al Sol invicto que se elevaba desde el
abismo. Hoy, en el horizonte de Europa, está el solsticio de invierno , un
invierno interminable de servidumbre y vergüenza. Pero creemos, queremos creer
en la inminente resurrección de la Luz”. Adriano Romualdi
En “Roma e il natale solare
nella tradizione nórdico-aria” (Roma y la navidad solar en a tradición nórdico -aria) ( La Difesa della razza , 1940), Evola escribe:
Muy pocos sospechan que las
fiestas (es decir, los días santos católicos) de hoy, en el siglo de los
rascacielos, la radio, los grandes movimientos de masas, se celebra y
continúa. . . una tradición remota, devolviéndonos a los tiempos en que, casi
en los albores de la humanidad, comenzó el movimiento ascendente de la primera
civilización aria; una tradición en la que, además, se expresa la gran voz de
esos hombres más que una creencia particular.
Un hecho desconocido para
la mayoría debe recordarse en primer lugar, a saber, que en sus orígenes
coincidieron la fecha de Navidad y la del comienzo del nuevo año, no siendo
esta fecha arbitraria, sino relacionada con un evento cósmico preciso, a saber,
el solsticio de invierno. El solsticio de invierno cae de hecho el 25 de
diciembre, que es la fecha de la Navidad, posteriormente conocida, pero que en
sus orígenes tuvo un significado esencialmente solar. Eso aparece también en la
antigua Roma: la fecha de la Navidad en la antigua Roma era la de la salida del
sol, el Dios invicto, Natalis solis invicti . Con eso, como el día del nuevo
sol - dies solis novi- en la época imperial trajo el comienzo del nuevo año, el
nuevo ciclo. Pero este “nacimiento solar” de Roma en el período imperial, a su
vez, se refería a una tradición algo más remota de origen nórdico-ario. Del
reinicio, Sol, la divinidad solar, apareció ya entre los di indigetes, es
decir, entre las divinidades de origen romano basadas en ciclos de
civilización aún más lejanos. En realidad, la religión solar del período
imperial, en gran medida tuvo el significado de una recuperación y casi de un
renacimiento, lamentablemente alterado por varios factores de descomposición,
de una herencia aria muy antigua.
Imágen del Sol Invictus romano, disco de plata, siglo III, hallado en Pessinus (Museo Británico).
En primer lugar, aclaremos
una idea errónea sobre la fecha del 25 de diciembre, que algunos han creído que
representa un error por parte de Julius Evola. Julio César, en su reforma del
calendario del 46 a. C., sí fijó la fecha del solsticio de invierno el 25 de
diciembre. A lo largo de los siglos, el error en la longitud del juliano hizo
retroceder gradualmente la fecha astronómica. Cuando el Papa Gregorio reformó
el calendario juliano, comenzó con un año posterior, correspondiente a un
concilio de la Iglesia, en lugar del año original del 46 a. C. Por esta razón, el
solsticio de invierno se movió hacia el 21 de diciembre en lugar del 25 de
diciembre original. Por lo tanto, Evola tenía razón en su afirmación de que los
datos de Navidad coincidían con el solsticio de invierno.
En el artículo, Evola
vincula la fecha con el nacimiento de Mitra. También señala que en la antigua
Roma, el "día del sol" era también el "día del Señor", otra
tradición "adoptada" por los cristianos. También vincula este simbolismo de la
luz con el prólogo del Evangelio de Juan.
La verdadera luz que
ilumina a todo hombre venía al mundo
Evola concluye el artículo:
En la tradición aria y
nórdica y en la propia Roma, el mismo tema tenía una importancia no solo
religiosa y mística, sino sagrada, heroica y cósmica al mismo tiempo. Era la
tradición de un pueblo, a quien la misma naturaleza, la misma gran voz, sobre
la que escribí, en esa fecha, una tradición de un misterio de resurrección, del
nacimiento o renacimiento de un comienzo no solo de “luz” y vida nueva, también de Imperium, en el más alto y augusto sentido de la palabra.
Por Cologero/ Gornahoor
Origen de la Navidad
Cada año, cuando se aproxima la tradicional fecha del 25 de
diciembre, todas las sociedades del mundo sufren las mismas dificultades, contratiempos, disgustos e
impedimentos de una sociedad que hace culto y honor a la bestia capitalista; el
consumo. Se gasta lo que no se tiene y se celebra LO QUE NO SE ENTIENDE. El sentido y la esencia navideña se fueron
perdiendo con el pasar de los años y esta se transformó en una GRAN ORGÍA DE
ALIMENTOS Y REGALOS que para nada conforman el espíritu que debe tener esta
fecha tan importante. Tan es así, que
hasta hay quienes repudian estas celebraciones por creer que solo son un
invento comercial. Nunca una mentira se
ha perpetrado y tergiversado tanto como es el VERDADERO ORIGEN DE LA
NAVIDAD.
En casi todo el mundo se celebra de maneras diferentes a
partir del supuesto nacimiento de Yeshua.
En Persia, unos dos mil años antes de este supuesto alumbramiento, se celebraba
el nacimiento de Mitra, dios de la luz, los egipcios adoraban a Horus,
divinidad que provenía de la matriz virginal de Isis. Los aztecas
conmemoraban el arribo de Huitzilopochtli, divinidad guerrera y solar. Los
romanos a Apolo con su fiesta del Sol Invicto. Los germanos y escandinavos a
Frey, dios del Sol Naciente, la fertilidad y la lluvia ornamentando un árbol de
fresno, símbolo del legendario Yggdrasil, árbol de la Vida o del Universo.
Según la cosmogonía nórdica, conectaba los nueve planos del cosmos, sus raíces
y ramas mantenían unidos los distintos mundos, entre los que se destacaban,
Asgard, tierra de los inmortales coronada por el Valhalla y residencia de Odin/Wotan.
Midgard, reino de los humanos mortales y Helheim, morada de los muertos.
Yggdrasil, árbol de la Vida o del Universo
El judeo cristianismo, al no
poder eliminar aquellos símbolos, rituales, mitos,
festividades y tradiciones paganas los “cristianiza”. San Bonifacio,
evangelizador de la Germania pagana taló
un fresno de tal naturaleza, plantando una conífera adornada de velas y
manzanas. Sus hojas perennes simbolizaban el amor permanente al Dios bíblico;
las manzanas, en las que han derivado los tan conocidos adornos esféricos,
representaban las tentaciones y el Pecado Original, y los candiles equivalían
al Cristo como Luz del Mundo. Tal es el germen originario de la iconosfera
exotérica de la Navidad en el presente: sólo una deformación de mitologías preexistentes “acomodadas” por
el Cristianismo, apropiándose de ellas y eliminándolas con la globalización
religiosa y cultural que el Imperio Romano (una vez que adaptó el credo de la
cruz luego del reinado de Constantino), impuso a la Europa conquistada hasta el
día de hoy. La leyenda de un dios que muere y resucita es frecuente entre los pueblos celtas, germanos,
griegos, egipcios y arios. Es extraño y no casual que la fecha del 25 de
diciembre en que los cristianos celebran la natividad de Jesús coincida con la
fecha en que los paganos festejaban miles de años antes el renacimiento del Sol
luego del largo invierno. Según la Biblia, María y José no encontraron hospedaje
en la ciudad de Belén, debido a que se celebraba una festividad judía y la
población del campo ahora se encontraba en la ciudad; en consecuencia debieron
alojarse en un establo. ¿Cuál es la celebración que conmemoran los judíos un 25
de diciembre? Ninguna, la única es la de Hanukha, y se conmemora por los eventos
que sucedieron durante la revuelta macabea ocurrida muchos años DESPUÉS de la
muerte de Jesús. Un total contrasentido. También el nacimiento del niño Dios,
tiene una “extraña” y “casual” similitud
con la tradición hindú de Krishna, la octava reencarnación del dios Vishnú. El
tirano Kamsa advierte del nacimiento del niño-dios ordena la muerte de todos
los infantes nacidos en esa época, igual que como aseguran los cristianos que
hizo Herodes aun cuando no existe registro histórico que corrobore ese hecho.
Los padres de Krishna también escapan a una ciudad vecina, Vrindaban y Krishna
también nace en “un establo”. Tras la
Navidad se oculta una de las más
importantes y profundas constantes del
alma de la cultura europea. La noche del
24 y 25 de diciembre marca el solsticio de invierno, la noche más larga del
año.
En la Biblia, Malaquías escribió refiriéndose al Mesías, “el Sol de la
Justicia”. También Arthur Weigall (1880-1934, egiptólogo, periodista y escritor)
expresa al respecto: “Esta nueva fecha fue elegida enteramente bajo influencia
pagana. Desde siempre había sido la del aniversario del sol, que se celebraba
en muchos países con gran alborozo. Tal elección parece habérsele impuesto a
los cristianos por hallarse éstos en la imposibilidad, ya fuera de suprimir una
costumbre tan antigua, ya fuera de impedir al pueblo que identificara el
nacimiento de Jesús con el del Sol. Así hubo que recurrir al artificio,
frecuentemente empleado y abiertamente admitido por la Iglesia, de dar una
significación cristiana a este rito pagano irreprimible" (Survivences
païennes dans le monde chrétien, París, 1934).
Esta misma tesis es admitida por
numerosos autores cristianos. Credner, en 1833, señalaba: "Los Padres
transfirieron la conmemoración del 6 de enero al 25 de diciembre porque la
costumbre pagana quería que se celebrara en esta fecha el nacimiento del Sol,
encendiendo velas en signo de alegría, y porque los cristianos tomaban parte en
estos ritos y festejos. Cuando los doctores vieron cuán ligados seguían los cristianos
a esta fiesta, tomaron la decisión de hacer que la Natividad se celebrara en
este día" ("De natalitiorum Christi origine", Zeitsch, Hist.
Theol., III).
Para los cristianos el día
del Señor es el domingo (día del Sol) una prueba más del culto Solar que
envuelve al Cristianismo. Uno de los más antiguos dispensadores de regalos es,
curiosamente, San Martín, el mismo que da la señal para la matanza ritual del
cerdo, patrón de las fiestas del buen comer y mejor beber, del que quedan
evidentes huellas en diferentes regiones alemanas y en algunas zonas rurales de
Bélgica, como así también en Cataluña. El escritor F.X. Weiser, explica:
"tras el nombre de Santa Claus se oculta la figura del dios pagano
germánico Thor, cuya leyenda ha pasado al viejo obispo en la presentación
moderna de San Nicolás. Para nuestros antepasados paganos, es el dios más
alegre y mejor, que nunca dañaba a los humanos, sino que los ayudaba y
protegía. En cada casa se le consagraba un lugar especial ante el altar, y se
decía que descendía por la chimenea en su elemento, el fuego" (Fetes et
coutumes chrétiennes. De la liturgie au folklore, Mame, 1961).
Pero este origen
germánico se complica si tenemos en cuenta que, en la tradición popular de los
Países Bajos, se dice que San Nicolás viene de España. ¿Es sólo un recuerdo de
la época imperial? El antropólogo José Antonio Jáuregui narró hace poco tiempo
su descubrimiento de que hacia los siglos XV o XVI existía igual fiesta de San
Nicolás en Valencia, lugar de escasísima presencia germánica. ¿Es la misma
fiesta? ¿Tal vez el actual San Nicolás centroeuropeo es una composición de
elementos germánicos y otros mediterráneos aportados por los soldados
españoles? Misterio. En todo caso, lo seguro es que no se trata del obispo de
Mira.
El Árbol Eterno
Los primeros datos acerca de esta costumbre en la época
moderna datan de los años 1521 y 1539, y siempre circunscritos a esa región de
Europa. No se extenderá por todo el continente hasta el siglo XIX. El tema del
árbol ligado a la fiesta del solsticio parece ser antiquísimo, J. Lefftz lo
remonta al paganismo antiguo (Elsässischer Dorfbilder, Wörth, 1960) y parece
claro que no hay ningún rastro cristiano en él. En la simbología cristiana, el
único árbol conocido es el árbol del jardín del Edén, del que Adán comió el
fruto prohibido, desobedeciendo a Yahvé. Por el contrario, algunos datos de la
vieja Irlanda y sobre todo de Escandinavia permiten remontar esta costumbre a
un viejo culto al árbol germánico. En la actualidad se admite, con M. Chabot,
que "en los tiempos paganos, en las fiestas de Yule, celebradas a finales
de diciembre en honor del retorno de la Tierra hacia el Sol, se plantaba ante
la casa un abeto del que colgaban antorchas y cintas de colores". El árbol
no aparece solo en la tradición germana, sabemos gracias a Virgilio, que en Roma durante el periodo de las
saturnalias, se colgaba en plaza pública un árbol cargado de juguetes. Es
indudable que el árbol es un componente arraigado en las tradiciones europeas,
es un SÍMBOLO SAGRADO, trabaja como eje y pilar del mundo.
El árbol, con su
imponente y sobrecogedora estructura,
sus bellas hojas, su sólido tronco y sus hondas raíces, es una representación
del COSMOS Y DE SU ORGANIZACIÓN; pone en contacto los diferentes niveles del
mundo (el cielo, la superficie y el reino subterráneo); une el presente, el
pasado y el futuro, y liga al hombre con su linaje y su devenir. Vínculo de lo
continuo y lo discontinuo, representa la vida que nunca se consuma y por eso es
símbolo de la regeneración perpetua de la vida (así como su color lo indica,
verde). El solsticio de invierno, es un testimonio fiel del RENACIMIENTO ETERNO
DEL SOL. Por lo tanto, Árbol y Navidad, mantienen entre sí una conexión
indestructible de profundos significados.
En una antigua tradición nórdica, los árboles de hoja perenne se quemaron para fomentar el
regreso del sol. Un descendiente directo de esta práctica que todavía se lleva
a cabo en la actualidad es la quema del tronco de Yule. El tronco ceremonial de
Yule, idealmente de Ash, del árbol del mundo nórdico Yggdrassil, es el punto
culminante del festival del solsticio. De acuerdo con la tradición, el tronco
de Yule debe cosecharse en la tierra del dueño de la casa o regalarse, pero
nunca debe comprarse. Una vez arrastrado a la chimenea, se decora con
vegetación de temporada, se bendice con sidra o cerveza y se prende fuego con
un trozo de tronco de los últimos años que se ha guardado para este propósito.
Luego, el tronco arderá durante la noche, arderá durante 12 días y se
extinguirá ceremonialmente. El papel del tronco de Yule es traer prosperidad y
protección contra el mal.
Esto es la Navidad; un antiguo rito
pagano, hondamente religioso; solo quienes son muy ignorantes niegan la
existencia de una religión pagana, y que el cristianismo, en Europa, adoptó con
toda naturalidad, generalmente forzada por el sentido popular de lo sagrado, de
la misma manera el cristianismo apropio gran número de elementos rituales cuyo
significados sacros ocuparon el continente europeo mucho antes de que hiciera
su aparición Yeshua el hijo de Yahvé. Somos muchos los que lamentamos
profundamente la pérdida de la esencia y el origen de la Navidad. No es el Sol
Invicto quien va a matar a Jesús el 25
de diciembre, sino que es Mammón, ese dios abyecto del dinero, quien parece
haber exterminado a los dos.
Tal vez perciban muchos pobladores europeos que el
Sol se ha puesto definitivamente en un solsticio apocalíptico. Pero, no, el Sol
siempre vuelve a salir; el Sol volverá. Esto es lo que significa la Navidad. Y
ésto es lo que algunos, fieles a todas nuestras raíces, hemos celebrado y
celebraremos desde siempre.
No es el héroe quien nace y se educa en el heroísmo, sino el que surge
como reacción a la NADA que avanza. Ni
siquiera nuestros enemigos más poderosos podrán apagar el fuego del solsticio
mientras nuestra gente viva. Nunca dejes que el fuego navideño muera.
¡Salve al nuevo amanecer que se avecina!
Cuando la tierra es estéril, la luz renace.
Cuando los animales duermen, la luz renace.
Cuando todas las hojas han caído, la luz renace.
Cuando los ríos se congelan, la luz renace.
Cuando las sombras se alargan, la luz renace.
Cuando el calor ha desaparecido, la luz renace.
En la noche más oscura, la luz renace.